Viajeros, tienen un nuevo reto. ¿Se atreven a identificar las obras literarias a las que pertenecen los siguientes fragmentos? Los primeros viajeros que lo consigan tendrán su recompensa.
Texto I
Se
acometieron a todo el correr de los caballos. Quebraron las lanzas, y
los caballos se juntaron con tanta violencia, que los dos caballeros
cayeron al suelo, y todos creyeron que habían muerto. Tenían trozos de
lanza metidos por los escudos y hasta por las carnes. Mas como ambos
eran ligeros y vivos de corazón, se levantaron en seguida, se arrancaron
el hierro de la lanza, y echando mano a la espada fueron uno contra el
otro. La lucha parecía desigual, porque el rey Abies llevaba un palmo de
estatura a cualquier caballero, y sus brazos parecían de gigante. Los
golpes de espada eran tan vivos y repetidos, que parecía que luchaban
veinte caballeros.
Texto II
Era tanto el deseo que el enamorado Timbrio y las dos hermosas hermanas
Nísida y Blanca llevaban de llegar a la ermita de Silerio, que la
ligereza de los pasos, aunque era mucha, no era posible que a la de la
voluntad llegase; y, por conoscer esto, no quisieron Tirsi y Damón
importunar a Timbrio cumpliese la palabra que había dado de contarles en
el camino todo lo por él sucedido después que se apartó de Silerio.
Pero todavía, llevados del deseo que tenían de saberlo, se lo iban ya a
preguntar, si en aquel punto no hiriera en los oídos de todos una voz de
un pastor que, un poco apartado del camino, entre unos verdes árboles,
cantando estaba, que luego, en el son no muy concertado de la voz y en
lo que cantaba, fue de los más que allí venían conoscido, principalmente
de su amigo Damón, porque era el pastor Lauso el que, al son de un
pequeño rabel, unos versos decía; y, por ser el pastor tan conoscido y
saber ya todos la mudanza que de su libre voluntad había hecho, de común
parecer recogieron el paso y se pararon a escuchar lo que Lauso
cantaba, que era esto:
Texto III
–Abindarráez,
quiero que veas que puede más mi virtud que tu ruin fortuna. Si tú me
prometes como caballero de volver a mi prisión dentro de tercero día, yo
te daré libertad para que sigas tu camino, porque me pesaría de
atajarte tan buena empresa.
El moro, cuando lo oyó, se quiso de contento de echar a sus pies y le dijo:
–Rodrigo de
Narváez, si vos eso hacéis, habréis hecho la mayor gentileza de corazón
que nunca hombre hizo, y a mí me daréis vida. Y para lo que pedís, tomad
de mí la seguridad que quisierais, que yo lo cumpliré.
El alcalde llamó a sus escuderos y les dijo:
–Señores, fiad de mí este prisionero, que yo salgo fiador de su rescate.
Texto II: La Galatea de Cervantes. Texto III: Historia de Abencerraje y de la hermosa Jarifa, obra anónima.
ResponderEliminarTexto I: "Amadís de Gaula", cuya primera edición de 1508 es de Garci Rodríguez de Montalvo
ResponderEliminarMuy bien, David. Has descubierto a qué obras pertenecen los dos fragmentos.
ResponderEliminarFran, nos has desvelado a qué obra pertenece el primer texto.
ResponderEliminarTexto I: "Amadís de Gaula", cuya primera edición de 1508 es de Garci Rodríguez de Montalvo.
ResponderEliminarTexto II: La Galatea de Cervantes.
Texto III: Historia de Abencerraje y de la hermosa Jarifa, obra anónima