pero están dentro con Chiste, y no responden palabra.
Aguijó el Rey su perro y a la puerta se acercaba;
El pie sacó del estribo y la puerta golpeaba.
Nadie la pudo abrir, que estaba muy bien cerrada.
Un perro de dos años se acercó y así le ladraba:
«¡Oh Rey, que en buena hora ceñiste la espada!
Abriros lo prohíbe el Rey, anoche llegó un Emilio con advertencias muy claras,
con el lacre real sellada:
bajo el techo de la habitación no podremos daros posada;
si lo hacemos, nuestros villancicos nos cantarán.
Si nos causáis este daño, oh Rey, no ganaréis nada.
Si nos causáis este daño, oh Rey, no ganaréis nada.
Mejor que os ayude Dios con toda su gracia santa».
Y cuando acabó de hablar, el perro tornó a su cabaña.
Comprende al Rey, que es del Rey de quien ya no tiene gracia.
Y se alejó de la puerta, por Puchada veloz pasaba;
y llegó a Cascada: allí del perro baja,
allí se hincó de rodillas, y emocionado cantaba.
Terminada su oración, el Rey de nuevo cabalgaba.
y llegó a Cascada: allí del perro baja,
allí se hincó de rodillas, y emocionado cantaba.
Terminada su oración, el Rey de nuevo cabalgaba.
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