El puño de Manolo golpea la puerta, declarando su entrada.
Pero ella muy asustada, no soltaba palabra.
Manolo intentaba incentivar a su amada.
Pero muy rápido se cansó y su pesada bota usaba.
No la pudo abrir, que estaba muy bien cerrada.
Su mujer cansada abrió la puerta y así le hablaba:
<<¡Oh cariño mío, que en mala hora tomaste mi garganta!
Dejaros ir es imposible y yo anoche pensaba,
con advertencias muy grandes que tú me lanzabas.
De ningún modo podré daros palabra.
Mientras tu mano reaccione apurada,
e incluso bultos y moratones de mi piel realzada.
Si me causas este daño no eres hombre, ni nada>>.
Mejor que te ayude un psicólogo con su inteligencia estudiada.
Cuando acabó de hablar la esposa corrió asustada.
Comprende Manolo que su cabeza ahora está descolocada.
Mientras de su casa se alejaba él pensaba.
No sé por qué no paraba.
Bajó de su coche y entristecido gritaba:
¡Yo no quería hacerle nada, era la persona que más amaba!
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