Texto original
Sucedió
que llegando a un lugar que llaman Almorox, estaban recogiendo uvas y
un vendimiador
le dio un racimo en limosna y como suelen ir los cestos maltratados y también
porque las uvas en aquel tiempo están muy maduras, al echarlas a la
talega se deshacían.
Decidió hacer un banquete, por no poderlas llevar, más que por
contentarme que
aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes. Nos sentamos en
una valla y dijo:
- Ahora quiero yo usar contigo de una liberalidad y es que ambos
comamos este racimo de
uvas y que tengas de él tanta parte como yo. Lo repartiremos de esta
manera: tú picaras
una vez y yo otra. Con tal que me prometas no tomar cada vez más de
una uva, yo
haré lo mismo hasta que lo acabemos y de esta manera no habrá
engaño.
Hecho
así el acuerdo, comenzamos tomando las uvas de una en una, mas el
traidor cambió
de propósito y comenzó a tomar las uvas de dos en dos, considerando
que yo debería
hacer lo mismo. Pero yo no me contenté con hacer lo mismo que él y
empecé a tomar
las uvas de tres a tres y como podía las comía.
Acabado
el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y meneando la
cabeza dijo:
-
Lázaro, me has engañado: juraré yo a Dios que tú has comido las
uvas de tres en tres.
-
No las comí así -dije yo- pero ¿por qué sospecháis eso?
Respondió
el astuto ciego:
-
¿Sabes por qué creo que las comiste de tres en tres? Porque yo las
comía de dos en dos
y tú callabas.
A
lo cual yo no respondí.
Texto versionado
Sucedió
que llegando a un lugar llamado O Rosal, un camión estaba
descargando bolsas de patatas fritas, y el camionero le dio a mi
amigo, el cual le dio mucha pena, ya que el pobre era ciego, una
bolsa a modo de limosna. Las bolsas solían ir con las patatas rotas
y también porque aquellos paquetes estaban recién caducados, y no
tenían otro destino no siendo la basura. Así que decidió que
deberíamos comerlas, más que por contentarme, ya que aquel día me
había dado muchos codazos, fue porque si no las comía en ese
momento, se acabarían estropeando del todo. Así que nos sentamos en
un banco de la plaza y dijo:
-Quiero
que los dos comamos de esta bolsa de patatillas y que tengas de ella
tanta parte como yo. Lo repartiremos de esta manera: tú cogerás
una, y luego, y yo otra. Con tal de que me prometas no tomar más de
una patata cada vez que las cojas. Yo haré lo mismo hasta que lo
acabemos y de esta manera no habrá engaño.
Hecho
así el acuerdo, comenzamos tomando las patatillas de una en una,
pero el traidor cambió de propósito y comenzó a tomarlas de dos en
dos, así que pensé que debería hacer lo mismo. Pero no me bastó
con hacer lo mismo que él y empecé a tomar las patatas de tres a
tres y las comía como podía.
Acabado
la bolsa, me dijo:
-
Mauro, me has engañado: juraría que tú has comido las patatas de
tres en tres.
-
No las comí así -dije yo- pero ¿por qué sospechas eso?
Respondió
mi astuto amigo, que era ciego:
-
¿Sabes por qué creo que las comiste de tres en tres? Porque yo las
comía de dos en dos y tú callabas.
A
lo cual yo no respondí.
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