miércoles, 4 de febrero de 2015

Mi versión del Lazarillo de Tormes

Texto original

Sucedió que llegando a un lugar que llaman Almorox, estaban recogiendo uvas y un vendimiador le dio un racimo en limosna y como suelen ir los cestos maltratados y también porque las uvas en aquel tiempo están muy maduras, al echarlas a la talega se deshacían. Decidió hacer un banquete, por no poderlas llevar, más que por contentarme que aquel día me había dado muchos rodillazos y golpes. Nos sentamos en una valla y dijo:
- Ahora quiero yo usar contigo de una liberalidad y es que ambos comamos este racimo de uvas y que tengas de él tanta parte como yo. Lo repartiremos de esta manera: tú picaras una vez y yo otra. Con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mismo hasta que lo acabemos y de esta manera no habrá engaño.
Hecho así el acuerdo, comenzamos tomando las uvas de una en una, mas el traidor cambió de propósito y comenzó a tomar las uvas de dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Pero yo no me contenté con hacer lo mismo que él y empecé a tomar las uvas de tres a tres y como podía las comía.
Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y meneando la cabeza dijo:
- Lázaro, me has engañado: juraré yo a Dios que tú has comido las uvas de tres en tres.
- No las comí así -dije yo- pero ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el astuto ciego:
- ¿Sabes por qué creo que las comiste de tres en tres? Porque yo las comía de dos en dos y tú callabas.
A lo cual yo no respondí. 

Texto versionado
 
Sucedió que llegando a un lugar llamado O Rosal, un camión estaba descargando bolsas de patatas fritas, y el camionero le dio a mi amigo, el cual le dio mucha pena, ya que el pobre era ciego, una bolsa a modo de limosna. Las bolsas solían ir con las patatas rotas y también porque aquellos paquetes estaban recién caducados, y no tenían otro destino no siendo la basura. Así que decidió que deberíamos comerlas, más que por contentarme, ya que aquel día me había dado muchos codazos, fue porque si no las comía en ese momento, se acabarían estropeando del todo. Así que nos sentamos en un banco de la plaza y dijo:
-Quiero que los dos comamos de esta bolsa de patatillas y que tengas de ella tanta parte como yo. Lo repartiremos de esta manera: tú cogerás una, y luego, y yo otra. Con tal de que me prometas no tomar más de una patata cada vez que las cojas. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos y de esta manera no habrá engaño.
Hecho así el acuerdo, comenzamos tomando las patatillas de una en una, pero el traidor cambió de propósito y comenzó a tomarlas de dos en dos, así que pensé que debería hacer lo mismo. Pero no me bastó con hacer lo mismo que él y empecé a tomar las patatas de tres a tres y las comía como podía.
Acabado la bolsa, me dijo:
- Mauro, me has engañado: juraría que tú has comido las patatas de tres en tres.
- No las comí así -dije yo- pero ¿por qué sospechas eso?
Respondió mi astuto amigo, que era ciego:
- ¿Sabes por qué creo que las comiste de tres en tres? Porque yo las comía de dos en dos y tú callabas.
A lo cual yo no respondí.

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