Cuando el príncipe y Blancanieves
pudieron vivir felices, se convirtieron en reyes, lo primero que
hicieron fue hacer un banquete, con todos sus amigos, Aurora,
Cenicienta, los siete enanitos, la Bella y la Bestia, y todos los
protagonistas de las demás historias famosas en todo el reino.
Al pasar unos meses, el matrimonio
tuvo un hijo llamado Copo de Nieve, su rostro era blanco como el de
su madre, y su mirada intensa, como la de su padre. Pasaron los años,
y Copo de Nieve creció feliz, jugaba con los demás niños del
reino, y paseaba por los bosques nevados. Pero un día, una muchacha,
recién llegada de oriente, allí donde la nieve es solo una ilusión,
consiguió enamorarlo. Blancanieves, no se fiaba de ella, y muy bien
que hacía, ya que tenía fama de engatusar a los príncipes
ingenuos, robarles, e irse con toda su fortuna dejándolos
completamente arruinados. La astuta madre, advirtió a Copo de Nieve,
pero este, ciego de amor, no le hizo caso. Dos días antes de la
esperada boda, Blancanieves oyó a la futura esposa contándole a su
vasallo su malvado plan. Tal y como creía que iba a suceder, la
madre no se equivocó en su predicción. Llamó inmediatamente a su
hijo, y este, lleno de rabia y sintiéndose completamente engañado,
mandó a los guardias encerrar a la malvada chica en los calabozos
del reino, para siempre.
Y al final de esta historia, la malvada
muchacha de oriente malvivió durante toda su vida en los oscuros y
fríos calabozos, mientras el joven príncipe, Blancanieves y su
marido vivieron felices y comieron perdices, al igual que al comienzo
de esta bella historia.
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