miércoles, 2 de marzo de 2016

La ciudad de Luis Rosales

Indagamos en su vida
Luis Rosales Camacho, nacido en Granada el 31 de mayo de 1910, se convirtió en un reconocido poeta, llegando a ingresar en la Real Academia Española (1962),  en la Hispanic Society of America y recibiendo el Premio Cervantes (1982)

Participa en diferentes revistas literarias, y acaba haciendo múltiples lecturas poéticas. Estas lecturas las compagina con sus estudios de Filosofía y Derecho en la Univesidad de Granada.
En 1932, Luisa Rosales se instala en Madrid, para continuar sus estudios. En esta ciudad sigue involucrándose en diversos eventos literarios, y surgen amistades con otros intelectuales. Sus amigos más destacados son Federico García Lorca y Joaquín Amigo.

En plena guerra civil, estos dos últimos personajes mencionados son asesinados, por la falange y los republicanos, respectivamente. Estos dos acontecimientos influyen mucho en la literatura de Luis Rosales. Durante los siguientes años colabora con el diario Patria de Granada, una revista de la falange, y con Escorial.

A lo largo de varios años obtuvo otros cargos, como consejero de don Juan de Borbón, asesor del director del Instituto de Cultura Hispánica, etc...

Muere el 24 de octubre de 1992 en la clínica Puerta de Hierro de Madrid.

Hablamos de su obra
Publicó diferentes obras, algunas son:

Abril(1935): Esta fue su primera obra, anterior a la guerra civil, que se caracteriza por no incorporar elementos vanguardistas, pero si por la búsqueda de la belleza, de la estética.

Su siguiente obra fue La mejor reina de España. Figuración en prosa y versoEsta vez con una temática de la época, recordando lo bueno del pasado, y con ideas falangistas.

En 1949 publica La casa encendida, que es considerada su mejor obra. Pero esta versión fue ampliada en 1967

Conocemos su poesía
La tristeza es anterior al hombre, es la tierra del hombre,
y, mientras tanto,
la luna descansaba sobre las aguas de un mar abandonado,
abandonado, para siempre, allí
entre la barca sola y la escalera y la total extensión de las aguas
del mar, que era tan sólo una violeta
deshojando su forma
en los dorados ojos de luz hacia la tarde
que yo entonces miré por vez primera,
mientras el mar desataba y dejaba, una tras otra, todas sus
violetas
anocheciendo húmedamente en tus rodillas,
desdoloriendo aquella carne que, sangraba esperando.

Este es únicamente el comienzo, para ver más pulsa aquí

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