lunes, 22 de febrero de 2016

La ciudad de Dámaso Alonso

Su vida

Dámaso Alonso nació en Madrid el 22 de octubre de 1898 y murió en esa misma ciudad el 25 de enero de 1990. Fue un poeta español, lingüista, profesor y ctico literario.
Pasa su infancia en La Felguera (Asturias) ya que su familia era gallego-asturiana. Retorna a la ciudad donde nació, y allí acaba sus estudios superiores de derecho y letras. Allí conoce a los que serán sus compañeros de generación, en la Residencia de Estudiantes. Fue profesor de lengua en universidades como Oxford, Standford, Valencia y Madrid. También en la capital, fue nombrado director de la Real Academia Española en 1948 y de la Real Academia de la Historia. Gracias a su gran carrera, cultivada en Madrid, ciudad donde adquirió los conocimientos suficientes para crear sus obras, obtuvo el Premio Nacional de literatura en 1927 y también el Premio Miguel de Cervantes en 1982.



Cultiva y germina su obra literaria en Madrid

Forma parte de la Generación del 27 junto con otros poetas como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, etc. 
 

Inició su carrera poética con la poesía pura, imitando a la de Juan Ramón Jiménez. En esta época se preocupa más por la forma que por el contenido y su poesía es más bien sencilla, sin grandes compromisos sociales. Una obra a destacar es Poemas Puros, su primera obra. 
 

En la época de la Guerra Civil, y la posguerra el poeta rompe con lo anterior, deja atrás la poesía pura y se abre paso a una nueva etapa poética con contenidos sociales y morales desgarradores, reflejando las atrocidades humanas de la guerra. Con su obra más importante, Hijos de la ira, llega la renovación de la poesía de posguerra. El año de la publicación de esta obra, 1944, es crucial ya que se inicia una corriente llamada poesía desarraigada donde se muestra una actitud de descontento hacia el mundo y sus injusticias.


Dámaso Alonso nació, vivió, creció como poeta y murió en la misma ciudad; Madrid.


Un pequeño fragmento de Hijos de la ira:



Mujer con alcuza

¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro, por una voluntad
de esquivar algo horrible.




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