Mi
mente no la recordaba,
pero
mi corazón sí.
Mi
aliento helado suspiraba,
me
costaba pronunciar.
Solo
quería que mi corazón dejase de latir tan fuerte,
era
una tortura,
pero
cuando estaba a su lado
se
aceleraba más,
y
me encantaba.
Parecía
que le hablaba a una catarata congelada,
sentía
que mis huesos se partían.
La
madera es fría.
Después
de muchas palabras secas conseguí abrazarla
y
al menos sacar su humedad del corazón.
¡Conseguí
derretir su pasado!
Fue
lo que pensé,
pero
ella me estaba arrastrando a él.
A
su propio epitafio.
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