El martiro de San Sebastián de Pollaiuolo |
Sebastián
pone su mirada en el cielo mientras siente como las flechas se clavan
en su torso sin ropaje.
SEBASTIÁN: Vosotros,
intentareis matarme, acabar conmigo pero no va a ser así, no vais a conseguirlo,
ya que detrás de mí y de mis actos una gran cantidad de hombres
estarán dispuestos a dar su vida por acabar con mis asesinos y
conseguir vengarse de los malditos que osan hacerse con lo que me
pertenece.
PRIMER BÁRBARO: Haces
bien en decir todo eso, ya que estas serán tus últimas palabras y
nadie más sabrá nada de ti. Si yo estuviese en tu lugar
aprovecharía estos momentos para decir algo inteligente, y no para
hacer aumentar nuestras ganas de acabar contigo.
SEBASTIÁN: Sé que
creéis que estos son mis últimos momentos, el cielo está azul, y el
agua más clara de lo habitual, mas las apariencias engañan. En menos
de lo que piensas mis guerreros estarán aquí para eliminaros, y,
dependiendo de como os comporteis conmigo, vuestra muerte será más
digna o más horrible
Sebastián lo afirmó con un tono de voz que
prometía cumplir con lo que decía.
SEGUNDO BÁRBARO: Mi señor
quizás todo lo que este hombre está diciendo no
es mentira, ¿y si realmente vienen guerreros para acabar con
nuestras vidas?
PRIMER BÁRBARO: No sé si
es cierto, pero este mal nacido va a morir, no voy a permitir que
pueda caminar por nuestras calles después de el daño que me ha
causado a mí, y a mi familia.
De repente los
salvajes que tenían secuestrado a Sebastián escuchan el sonido de
decenas de caballos acercándose a gran velocidad.
SEBASTIÁN: Os dije que
mis hombres acudirían para ayudarme, ahora ya podéis matarme, ya
tengo claro que no vais a salir bien parados de aqu.
PRIMER BÁRBARO: Pues hoy
es tu día de suerte, espero que disfrutes de tu fin. ¡Chicos,
cargad vuestras armas, y disparad a mi señal! ¡Tres, dos, uno, espero que
sufras!
En ese instante el
cuerpo de Sebastián recibió cinco flechas, y pocos minutos después
sus caballeros mataron a todos los salvajes que participaron en esta
barbarie. En ese día el río que cruzaba aquellas tierras dejó de
llevar agua cristalina, ya que estaba tintada con la sangre de
aquellos que lucharon por su honor.
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