Ni un día más ni un día menos. Él estaba harto de aquella situación, de seguir callado, aguantado todos los días los mismos gritos, la misma incertidumbre de no saber qué hacer, de no decidirse.
A veces sus ganas de decírselo todo a la cara eran tales que lo único que podía hacer era morderse la lengua y aguantar. Al fin y al cabo, era su jefe. Pero sólo un mes más...
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