Todavía recuerdo cómo la conocí... Aquella noche debía de acabarse todo de una vez por todas. Yo era un estudiante de universidad, malo para los estudios, con una madre alcohólica, un padre desaparecido; podría decirse que la suerte no me sonrreía.
Me encontraba sentado en la cornisa del balcón de mi séptimo piso, dispuesto a hacer que mi estrés y mi sufrimiento se fueran para siempre. Justo en ese momento, cuando me disponía a saltar, me di cuenta de su presencia. Estaba en una esquina, de pie, vestía totalmente de negro, y no conseguía descubrir qué era lo que llevaba en la mano derecha; estaba todo demasiado oscuro. Pero lo que sí me llamó la atención fue la belleza de su rostro; era una chica preciosa de ojos marrones, pelo largo y oscuro como la más tenebrosa de las noches. Ella mi miró con ojos muy apenados, comenzó a hablarme; me dijo que ella tenía una solución mejor para todo esto, que me merecía un final mejor después de todo lo que había aguantado y sufrido, me dijo que tomara su mano y que juntos seríamos felices para siempre... Había algo en ella, algo en sus palabras que me ponía los pelos como escarpias.
Entones, me tendió su mano, y yo, confundido, la acepté. Juntos nos adentramos en las sombras que se encontraban detrás de ella. Cuando ya todo era oscuridad y ya no se percibía el más mínimo ápice de luz me lo dijo, con una voz que me heló la sangre, ``¡Ah!, es verdad, ¡qué tonta! Se me ha olvidado decírtelo: MI NOMBRE ES MUERTE´´.
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