jueves, 12 de marzo de 2015

Versión del Cid

Mis guerreros decían  a voces que abrieran, 
pero dentro tenían tanto miedo que no nos respondieron.
Cogí mi caballo y me acerqué a la puerta ; 
saqué el pie del estribo y golpeé la puerta .
Nadie la abrió, estaba muy bien cerrada.
Una niña de nueve años se acercó y me dijo: 
«¡Muchaha, que un día cogistes la espada! 
El rey nos prohibe abrirte la puerta, anoche llegó su carta
con advertencias muy graves, con el sello real:
bajo ninguna razón podremos daros posada;
nos quitarían, si lo hacemos, nuestros bienes y las casas,
e incluso nos sacarían los ojos de nuestras caras.
Si nos causas ese daño, muchacha, no ganarás nada.
Mejor que te ayude Dios con toda su gracia santa».
Y cuando acabó de hablar, la niña volvío a su casa.
y comprendía que es el  rey de quien ya no tiengo gracia.
Y me alejé  de la puerta, por Llaron  veloz pasaba;
y llegé a Santa María: allí del caballo bajaba,
allí me inqué de rodillas y emocionada rezaba .
terminada mi oración, de nuevo cabalgaba.

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